Desde que leí el diario de vida de Ana Frank, el holocausto judío o la Shoah nunca me han sido indiferentes. Si leyeron mis post anteriores, se habrán dado cuenta de que el tema me interesa mucho, por eso, además del ghetto de Varsovia, visitar el campo de concentración de Auschwitz siempre estuvo en mi mente.

Durante el primer viaje a Varsovia, no pensaba que fuera posible. Había que viajar hacia Cracovia, ciudad que queda a unas 4 horas de la capital polaca. Sin embargo, durante nuestro segundo viaje a Varsovia, nos propusimos como meta visitar aquel lugar, aún cuando eso significara no conocer la ciudad de Cracovia… no se puede tener todo en un viaje…
Con mi marido, viajamos desde Varsovia un viernes en la tarde y regresamos el sábado para poder tomar el avión tranquilamente el domingo a mediodía y regresar a Moscú. Fue un viaje agotador, intenso, fuerte emocionalmente, pero muy instructivo. No dejo de impresionarme de la maldad en potencia que existe en el ser humano, aunque siempre me empeñe en rescatar lo positivo.

Tomamos un tren en la estación central de Varsovia, Warszawa Centralna. Los pasajes los compramos el día anterior en una ventanilla de la estación y escogimos el tren de las 14:30 hrs para poder llegar temprano a Cracovia y poder comprar nuestro cocaví para el día siguiente.
Habíamos leído que los trenes en Polonia son muy puntuales y pudimos comprobar que efectivamente lo son. Yo estaba alucinada, no sólo por la puntualidad, sino también por el tren en sí. Tenía un pasillo y compartimentos cerrados para 6 pasajeros. Me parecía estar en un película (puede ser que haya visto mucha televisión) y miraba todo con lujo de detalles. Mi sorpresa fue máxima cuando pasó una señora con un carrito ofreciendo una colación (once, merienda) a los pasajeros. Pensé que había que pagarla, pero no, estaba incluida en el pasaje 🙂


Durante el viaje me dediqué a mirar por la ventana el campo polaco. Es bien plano (como a toda chilena me falta la cordillera cuando miro por la ventana…) y verde. Hay muchos cultivos y los colores a finales de abril son bonitos.



Llegamos a la estación de trenes de Cracovia, Kraków Główny, todavía con sol y nos dirigimos al hotel BBB (bueno, bonito y barato) que habíamos escogido y al cual podíamos llegar caminando con nuestras maletas.

Una vez en él, dejamos nuestras maletas y partimos a comprar nuestro cocaví y a comer, porque teníamos hambre. Al lado de la estación de trenes hay un supermercado y un centro comercial gigantes. Si andan cerca, los verán rápidamente.
Después de cumplir con nuestros objetivos alimenticios, nos acostamos para poder levantarnos temprano al día siguiente e iniciar nuestro viaje hacia Auschwitz-Birkenau a primera hora.